Las vacaciones son perfectas, un momento para desconectar de todo, centrarte en ti misma, olvidarte del reloj, de la prisa y del trabajo. Pero llega un día en que ese paraíso finaliza para dar paso a la nueva realidad: la rutina laboral te espera, los compromisos sociales no se pueden posponer más, hay que llevar un orden en las tareas de la casa, vuelves a incorporarte a los cursos de formación… Dicho así, todo parece un caos, pero en realidad, cuando una persona se siente realmente bien es en medio de la rutina. Por ello, piensa en todas las ventajas que te trae volver al trabajo: tienes tu tiempo ocupado en una función que te motiva, valoras mucho más tu tiempo libre del fin de semana, vuelves a encontrarte con tus amigos y compañeros de trabajo, por ello, podéis hacer planes en común.
La cartelera de cine mejora siempre en calidad a partir del otoño. Por ello, piensa en positivo y destierra de tu mente la idea de un síndrome postvacacional que en realidad, dura como máximo siete días. El tiempo necesario para que una persona se adapte a la perfección a sus nuevas obligaciones y a su nuevo horario.
Durante ese tiempo de transición, cuida mucho de ti. Ten una alimentación adecuada, evita picar entre horas, estate hidratada, bebe mucha agua… Por otra parte, no te metas prisa ni te presiones a ti misma. A todos los trabajadores les cuesta pillar el ritmo en la oficina durante los primeros días. Se trata de algo normal después de tantos días de descanso.
Por ello, pon el despertador un cuarto de hora antes de lo habitual. Desayuna con más tranquilidad, disfruta de tu taza de café. Y si puede ser, ve caminando al trabajo para estar más activa.
Imagen: Cosas de Salud
